GESTA ABBATORUM TRUDONNENSIUM

Crónica de la Abadía de St-Truiden, en el año 1133
Libro 12
La primera mención del Barco de lod Locos

En 1133, el abad Rodolf del monasterio belga de St. Truiden mencionó en sus crónicas la llegada de un verdadero barco sobre ruedas. Fue conducido, en palabras del abad, por una tropa caprichosa, una raza peculiar de jornaleros brutales y testarudos que fabrican tejidos de lana y fibras de lino. Podemos suponer que esos tejedores, porque tienen una de las ocupaciones llamadas femeninas, eran los menos respetados de todos los trabajadores. Estos tejedores construyeron un barco-carro y viajaron con él. Fueron recibidos en Aquisgrán por una gran concurrencia de hombres y mujeres. En Maastricht fueron equipados por el pueblo con un mástil y una vela. Cuando el abad Rudolf se enteró que este barco, este heraldo de la perdición, se acercaba a la ciudad con gran velocidad y rodeado por gente de virtud similar, juró a nuestro pueblo que no permitiría que esta escoria entrara en la ciudad, porque llevaban espíritus malignos bajo su apariencia juguetona. Pero nuestros conciudadanos no lo escucharon y recibieron el barco con el mismo entusiasmo que los troyanos condenados y lo instalaron en medio de la plaza del pueblo. El abad denunció el barco como un “Diabolicam Technam”, una herramienta del diablo, y continua: sonaron todo tipo de instrumentos musicales y resonaron de la multitud que gritaba canciones vergonzosas e indignas de cristianos, y esto en honor a esta miserable escoria, que albergaba el espíritu de no sé quién, Baco o Venus, Neptuno o Marte, o más probablemente de todos los espíritus malignos juntos. Aquí el abad ofrece una visión íntima de una especie de una fiesta “rave” de hace novecientos años que duró doce días: en el crepúsculo, cuadrillas enteras de damas honorables abandonaron sus calles; habían escuchado el clamor sobre esta estúpida escoria y ahora venían corriendo con el pelo suelto; se habían despojado de su timidez femenina. Algunas iban semidesnudas, otras con sencillas prendas exteriores; así que se unieron a los que bailaban alrededordel barco, saltando descaradamente. Uno podría ver a mil hombres y mujeres allí que celebraban hasta la medianoche este espectáculo inusual y miserable. Cuando esta danza maldita se detuvo, ambos sexos, con fuertes gritos saliendo de sus gargantas escabrosas, se separaron exaltados a la izquierda y a la derecha. Una vez celebradas estas fiestas paganas durante más de doce días según el rito descrito, los habitantes se preguntaron por fin cómo se iban a deshacer de este barco.